Angelal

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El amor es una estación de preguntas y la luna lámpara de sombras sobre el cielo.

En mi voz de mujer




sábado, 29 de diciembre de 2018

Leer, la rueda de la vida por Ángela Penagos Londoño




Y aquí comienza la historia. Dejé en la escuela el vuelo de la infancia. Ahora vengo a recoger el tiempo de niña que quedó enredado en mis recuerdos porque es donde vine al mundo, aunque no fuera yo muy consciente de aquel momento sublime de hace tantísimos años para aprender a leer.

Recordándome pequeñita, con una cinta azul amarrada en mi ondulado cabello rubio, de ojos color miel y una pizca de travesura en la sonrisa. llegaba temprano a la escuela con la alegre esperanza que nos trae el recuerdo en la distancia.

Allí estaba aquella mujer de surcos y de piel como la tarde, mi maestra Elvira, maga de todas las mañanas en juegos de alfabetos, ábacos y algarabías, parada junto al tablero, sosteniendo entre sus manos la “Alegría de leer” escrita por Evangelista Quintana, una cartilla de lectura para el primer año escolar. Nos mostraba la primera página donde estaba dibujada una ala. Ella decía en voz alta: repitan conmigo: ala. Todas las niñas repetíamos a la vez ala. Era una especie de rezo laico. Hoy, después de casi toda una vida, escucho a mi espalda su voz hasta arrancar de mi cara el profundo rubor de la niñez.

El silabeo se iba juntando como un imán en la boca de la maestra cuando pronunciaba Mi mamá me mima. Yo veía como construía con la repetición antorchas de sol que me llenaban de placer el alma. Era una sensación de libertad y de conexión con mi ser real. La escuela era un pequeño universo, un mapa perdido en la inmensidad del planeta. Ella hacia de su oficio un juego en el que reía con ternura de emoción inconfesable cuando me escuchaba leer con voz alargada la palabra mamá.

Los domingos, cuando íbamos a misa, mi padre me ponía a leer los avisos gigantes que aparecían plantados en lugares altos escritos con grandes y rojas letras, para descubrir con asombro que su hija tenía la capacidad de unir en unos ojos extraviados las letras, primer escenario donde se materializaba la lectura en voz alta.

Ahora la mesa del comedor y las sillas de mi apartamento están llenas de libros. Juan Camilo mi hijo, pregunta que porqué acumulo tantos libros. Le contesto que es imposible dejar de hacerlo, es un hábito que adquirí desde los primeros balbuceos del lenguaje. Ellos son las voces que me acosan desde cualquier parte alborotando los silencios.

Me pregunto cómo sería mi mundo sin la lectura. Buen recuerdo maestra, cambiaste tu carga de palabras intercalando siempre párrafos y nombres, porque lo tuyo era más la magia de llevar y traer palabras de aquí para allá que dieron origen a nuevas búsqueda inaugurando en mí una pulsión de vida, donde la línea del lápiz se volvió cuerpo, mujer, niño, una suerte de axis mundi en la rueda de la vida.

Ángela Penagos Londoño
Presidente Red de Mujeres Artistas de Medellín
REMART
Manila, Valle de Aburrá
Con la energía de la luna menguante.

Medellín, Diciembre 27, 2018