MUJER, DADORA DE VIDA.
Por, Ángela Penagos Londoño.- Publicado por el Periódico Alfanoticias de Medellín.
Ser mujer es el conjunto de formas sensibles y significantes que resultan fundamentales para comprender
la manifestación del ser, bajo un corazón que palpita dulcemente.
Estoy hecha de silencios, de esperas, de energía y terquedad. He crecido no solo en altura sino en profundidad, como las plantas marinas, invisible hasta que una ola decidió arrastrarme a la superficie. Me dejé llevar por la grácil levedad en una suerte de coreografía zigzagueante.
No me quejo ni me aburro. Aprendí a explorar mi mundo interior donde me siento cómoda. Soy un secreto
en movimiento.
Nací en una familia de 13 hijos. Una comunidad completa donde aprendí del amor, del desamor, de la diferencia, de la inclusión. En mi hogar muchas preguntas saltaron de mis propias afirmaciones.
Mi danza es verbal, de palabras que escribo incansablemente.
Me pregunto: Qué es ser mujer? Ayer salí a mi caminata matinal y miré con una sonrisa maravillada el gran guayacán amarillo de florescencia encendida y sus pétalos como soles regados a la orilla del andén, era un suceso vivo. Me sorprendí por la combinación de texturas y metáforas que traían rumores de viento y pedazos de luz que aromaban el espacio sin preguntarse nada.
Entendí que ser mujer es alumbrar como el sol cada día, para embellecer la existencia. Soy una mujer segura, tranquila y valiente que construí un sentido de vida con la poesía, que me ha permitido superar mis propias limitaciones, mis miedos.
Ser mamá fue la caricia que recibí de Dios. Esa tarea maravillosa de repetirme en mis hijos enseñándoles a asombrarse siempre, a vivir intensamente como si fuera el último día de su vida. Construimos juntos ensayos de laboratorio, tareas que les ponían en el colegio y nos abrazamos sin descanso sintiéndonos unidos en ese lazo de amor. Ellos encontraron en su hojita de acacia, la albricia del consejo, el asombro sencillo que se oculta invisible, en la ventanita de atrás de la vida.
Ahora que soy abuela, tengo la certeza que llego como las auroras que aparecen a la salida del sol para estar a la hora del alimento en la mesa, como el pan caliente servido en canastillas de mimbre. Soy recibida por mis nietas como aleluyas alegradas siempre en el abrazo generoso, amarradas a mi cuello.
Mi espíritu femenino posee el don de descifrar la piel que me protege, porque toda mujer es un cántaro, como el significado universal del mar, con la energía completa del universo.
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