Ahora que somos Vigías del Patrimonio con el trabajo de escritura sobre el Rio Medellin nos abre puertas para conocer esos lugares que guardan la historia como la visita que hicimos al Museo Histórico de Medellin.
Entrar en esa casa bella, de ventanas de madera con vitrales de vivisimos colores, el patio sumergido en piedras, hechizado con la fuente que atrae la mirada de sus visitantes.
Lo asombroso es llegar al salón donde se encuentra esa mesa ceremonial y encima los atriles con sus viejos libros callados, esperando navegantes ansiosos de conocer el pasado de Medellin.
Se siente respeto y ansias de poder tocar el libro y pasear por el tesoro de palabras escritas a mano, con una caligrafía generosa, por escribanos que hacían su trabajo guardando el sonido del agua de las quebradas, del rio, tema que nos ocupa y que ahora estamos investigando para seguir con el trabajo de campo para después poder brotar en la escritura lo que ya hemos visto con nuestros ojos.
No es fácil entender que ese rio que ahora nos convoca, con cierto olor fuerte, fue navegable, lleno de peces, de aguas cristalinas, abierto, sin canalizar, es decir podía expresar su fuerza, su vida, su alma.
Se siente respeto y ansias de poder tocar el libro y pasear por el tesoro de palabras escritas a mano, con una caligrafía generosa, por escribanos que hacían su trabajo guardando el sonido del agua de las quebradas, del rio, tema que nos ocupa y que ahora estamos investigando para seguir con el trabajo de campo para después poder brotar en la escritura lo que ya hemos visto con nuestros ojos.
No es fácil entender que ese rio que ahora nos convoca, con cierto olor fuerte, fue navegable, lleno de peces, de aguas cristalinas, abierto, sin canalizar, es decir podía expresar su fuerza, su vida, su alma.
Estoy aquí con mis recuerdos y solo me queda su humedad y mi fatiga.
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