Soy mujer tostada de sol y luna. Mi evangelio son las letras del alfabeto desparramadas en el temblor de una rosa.
Angelal
En mi voz de mujer
lunes, 11 de abril de 2016
Edgar Montoya - Caballero andante de la palabra
Dice la poeta Marga López del declamador Edgar Montoya: Edgar es el navegante solitario de la palabra, la luz tenue que se ve a lo lejos en la mar, pero que nos conduce felices al amanecer, a creer que al final terminará triunfando la bondad porque en el corazón de los que creen siempre habrá lugar para abrazarse en la palabra.
Yo recuerdo que en el colegio todo el mundo envidiaba a los alumnos sobresalientes, y de pura pereza uno hasta cara de bobo les veía y se la pasaba tomándoles el pelo, pero uno terminaba pidiéndoles ayuda en las tareas y claudicando ante la inteligencia que ellos brindaban de forma generosa. Sin embargo, la cima de la enVidia, el summun de todas las miradas recelosas, era el declamador del colegio: el con su camisita blanca y su postura de Viejo caballero se paraba en el escenario, sin pena y sin miedo a hacer que la palabra cobrara vida.
Y uno decía: Otra vez este muchachito y otra vez El duelo del mayoral, es que no se sabe otra?- Pero igual terminaba esforzándoe en secreto por tener la oportunidad de ganarse el aplauso que nunca llegaría.
Es que la gente ama a sus declamadores, porque ellos han vencido el miedo más aterrador de todos, peor que las culebras (incluyendo los acreedores), las arañas o la oscuridad y es el miedo a hablar en público, porque es un temor esencial del ser humano motivado por el hecho de que somos seres sociales, gregarios y tememos ser desaprobados por el grupo, por la sociedad.
Pero el poeta lucha contra el molino de la indiferencia, persevera sin miedo por la única paga del aplauso y del reconocimiento por ser ese quijote que venció la coqueta Dulcinea de la poesía, por ser ese caballero que nunca tuvo miedo al olvido.
Yo pienso en ese declamador como el defensor de un oficio que se resiste al exilio, ya no hay quien escriba cartas de amor, quien venda tierra de capote, arregle la olla de presión o le saque filo a los cuchillos, pero si hay declamadores que nos traen al presente la gloria oxidada de los poetas muertos y rescatan a los autores de esa otra muerte lenta que es el olvido.
Y en un mundo donde se matan unos a otros, donde impera el lucro y la ventaja, ser un poeta que regala las palabras con generosidad sin límites, significa hasta cierto punto habitar la locura, pues no sería concebible una prodigalidad sin otro beneficio que el de ser amado por los amigos y el de ser aplaudido por los románticos que aún creemos que el arte nos salva de la locura y del caos en que se convirtió la esfera azul que habitamos.
Pero por fortuna esos seres existen y Edgar Montoya es un caballero andante de la palabra. La limpia, la pule y le da esplendor como diría la Real Academia de la Lengua, Edgar cree que en un mundo donde haya poesía siempre tendremos una nueva posibilidad para ver salir el sol al día siguiente, así hayan seres que quieran extinguir el sol al día siguiente, así hayan seres que quieran extinguir la luz.
Edgar es el navegante solitario de la palabra,la luz tenue se ve a lo lejos en la mar, pero nos conduce felices al amanecer, a creer que al final terminará triunfando la bondad porque en el corazón de los que creen siempre existe un lugar para abrazarse en la palabra.
Y tras cincuenta años de persistir, de creer de regalar esperanza, sólo resta poner un laurel en la frente de éste ser que nos enseñó que el hombre en esta tierra aún puede hacer cosas sublimes y que todavía la palabra amor puede rescatarnos de la barbarie.
Gracias sean dadas a este caballero de las letras que es mi amigo y a quien llamamos EDGAR MONTOYA.
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