Angelal

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El amor es una estación de preguntas y la luna lámpara de sombras sobre el cielo.

En mi voz de mujer




viernes, 1 de julio de 2016

La máquina de moler-homenaje al poeta Francisco Thomas Miranda



Una soledad que hería atravesaba la noche. Francisco, hombre grueso divertido, de sonrisa amplia, no tenía otro deseo que ser poeta y decía que sabía que era el punto aparte. El ansía de ser alguíen en la vida se le había despertado desde su infancia. Recordaba como le tocaba obecer a su mamá que lo levantaba todos los días a la una de la mañana a moler maíz para envolver los fritos que vendía en la plaza de mercado desde sus 7 años de edad.

La máquina de moler Corona era su único juguete. Imaginaba que por las ranuras del molino salía la masa convertida en letras que se dispersaban formando imágenes que engranaba unas con otras y que acudían a
él en el fondo de su desamparo.

Allí se sentía liberado de la pobreza de su infancia. Su mamá lo escuchaba a menudo divagar. Francisco
le contaba historias que, no existían sino en su imaginación. Ella creía que le hacía daño la madrugada
de todos los día y lastimerante lo miraba girando sus ojos en medio de la resignación.

No obstante Francisco iba a la escuela y cuando llegaba era capaz de vender lo que se había quedado, haciendo de la venta un festín. Prendía la mecha con sus pregones: bollos, arepa d'huevo y construía
versos al tamaño de sus años infantiles.

Pasó el tiempo. Ella se enfermó de cáncer en los pulmones y tenía molestias para respirar y comer.
Llamó a Francisco y le dijo: -Francisco, me voy a morir pronto. Él se sentó a su lado, se acercó a
ella y vió en su mirada una secreta tristeza.

Tengo que decirte algo dijo. No me remuerde la conciencia por las circunstancias que nos tocó vivir
pero quiero pedirte perdón por las madrugadas y el abuso que cometí haciéndote trabajar a tu edad,
que a mi misma me disgustaba cuando te veía frente a la máquina de moler y cuando salías a la calle
a vender.Eres el niño que no tuvo infancia. Y me digo que si volvieras a nacer de mi, quiero que nos
toque otra forma de vida, otra tierra y que te acompañe tu tierna sonrisa. La muerte está próxima y
quiero advertirte que cuando eso ocurra quiero que cumplas 5 tareas.

El muchacho movió la cabeza suavemente y preguntó: ¿Y por qué yo,por qué yo, mamá. Las palabras de
su madre salieron cansadas y profundas: porque fuiste el hijo al que más duro traté y el que me ha
dado todo.

Empeñada en mostrarse con fuerzas, dijo:

No dejes que me velen en una funeraria. Quiero que me velen en mi casa.
Quiero que hagas dos ollas de sanchocho para que los que lleguen a verme no me lloren con hambre
Debes buscar en el cementerio una parte alta y en una esquina, consegui mi tumba para que me llegué
la brisa.
Además quiero que leas el poema que hiciste para mi.
Y no se te olvide nunca: Escribe, escribe, escribe hasta que se rompa la pita.

Francisco sorprendido se metió en su cama, la abrazó y le dijo: puedes confiar en mí, así lo haré. Permaneció en silencio viendo por la ventana la lluvia como telaraña de nostalgia suspendida del cielo
que mojaba la tierra. Sin querer una lágrina agazapada se asomaba en las pupilas y en las sombras
del adiós.

Ángela Penagos Londoño











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